miércoles, 26 de marzo de 2014

Bombardeemos con Biblias a esos malditos comunistas

Por Almaciguero Mayor.


Históricamente la religión ha sido uno de los pilares fundamentales desde que el hombre dejó de pensar en comerse a sus semejantes y pasó a cultivar garbanzos para sobrevivir, y si podía, privar de ellos para matar de hambre al semejante en vez de comérselo como antaño, práctica mucho más divertida si cabe. Pero dejémonos de barbaridades del homo sapiens de Atapuerca y centrémonos en lo que nos toca: la religión siempre tuvo una capacidad de movilizar a las masas que a muchos políticos de turno o futbolistas del Betis ya les gustaría, en el mundo occidental nos tocó sufrir el cristianismo hasta que llegaron unos desaprensivos herejes encabezados por Lutero que tuvieron la desfachatez de no pagar el tributo al santo padre, al heredero de Pedro, el representante de Dios en la Tierra, para que éste construyese la basílica de San Pedro a su gusto, digo, al de Dios. Previamente la Iglesia ya estaba dividida en dos, la Occidental y la Oriental, igual que el Imperio Romano. O sea, que al final teníamos tres bandos (que luego Calvino mediante serían unos cuantos más) de los que lo único que saca uno en claro es que la que profesa el Rey de España es la única y verdadera. O no.

Pero hubo una fecha en la que todas las iglesias cristianas del mundo se darían la mano y brindarían con mucho vino, el causante de todo ello, la CIA, el por qué, la Guerra Fría. Con el final de la Segunda Guerra Mundial y las consiguientes bombas atómicas que arrasaron Hiroshima y Nagasaki, Estados Unidos mostró al mundo cuán inalcanzable era su potencial, salvo para la Unión Soviética, que dirigida por Stalin, no creía que el resto de esos mortíferos y devastadores juguetes fuesen a quedarse en casa del "amigo americano" esperando al fin de los días. Así, empezó por ambos bandos una guerra psicológica y propagandística, una partida de ajedrez a gran escala cuyo principal tablero fue Europa, pero que salpicaría a todo el mundo. Había empezado la Guerra Fría.

El motivo del jolgorio vaticano y de los reverendos de la pérfida Albión entre otros no fue otro que, en junio de 1954, a instancias de la CIA y el FBI, para buscar un escudo que distinguiese a los buenos de los malos, a los de más allá del telón de acero del resto del mundo, a los buenos contribuyentes de los malditos comunistas, el Congreso de los Estados Unidos de América amplió el juramento de fidelidad del país con la frase: "Una nación bajo el poder de Dios". El por aquel entonces presidente, Eisenhower, afirmó que tal sentencia servía para incidir en "la trascendencia de la fe religiosa en la herencia y en el futuro de América; de esta forma reforzaremos constantemente aquellas armas espirituales que siempre serán el más poderoso recurso de nuestro país, en la paz y en la guerra". Cuando un presidente coge y añade a la definición de una nación democrática y supuestamente laica el nombre de Dios, y por ello su pueblo le aplaude, que tiemblen los cimientos de la razón.

La cosa por supuesto no se quedó ahí, porque poco después tuvo lugar una misión propia del esperpento más absoluto. Se decidió organizar una partida de 10.000 globos que cruzaran la frontera del telón de acero, portando cada uno la Biblia, de manera que fuesen cayendo aleatoriamente en el terreno de los infieles, a ver si estos, por arte de magia, veían a Dios y saboteaban la Unión Soviética. Seguramente no haya constancia de ello, salvo la memoria de los que vivieron aquel disparate, pero estaría gracioso ver a un pastor de cabras checoslovaco ver caer una Biblia, imagino que incluso escrita en inglés, intentar descifrar esa lengua extranjera tan fea, y acto seguido dárselo de comer a las cabras, o pasar a utilizarlo como sucedáneo de hojas silvestres para limpiar sus necesidades. El asunto se denominó Proyecto Biblias Globo.

Poco después Estados Unidos se cristianizó un poco más si cabe, ya que en 1956 se imprimieron billetes de curso legal en los que se leía el nuevo lema de la nación, el famoso "in God we trust". La religión se alzó tanto como única verdad que abrazar frente al comunismo, que el presidente Truman llegó a sentenciar: "No debemos confundirnos acerca del tema al que se enfrenta el mundo hoy. Es la tiranía o la libertad...e incluso peor, el comunismo niega la existencia de Dios". Vamos, que la realidad mundial era o la luz que representaba el mundo americano, o la tiniebla comunista. Y el que diga que no... ¡comunista!

La religión, como queda demostrado, está muy ligada a todo el establishment, a la propaganda política del conservadurismo, para que no cambien las cosas, y por desgracia sigue ligada a la vida política. Ejemplos como este son los que hacen a uno preguntarse si un Estado de Derecho tiene que cobijar estas prácticas maquiavélicas, con el pretexto del sobrevivir, del nosotros o ellos. Como aquello del espionaje masivo que tanto se dice ahora, que si Obama nos puede ver el facebook cuando le dé la gana, escuchar una conversación Calasparra-Sebastopol o tu tía sabe qué. Aunque este hombre también va a legalizar a los inmigrantes irregulares y ha intentado, con poco éxito, hacer una sanidad pública y universal, dicho lo cual, viajaremos en el tiempo hasta los años 50 con el vídeo que os dejo, que en los años 50 se emitía en todos los cines para información de los ignorantes espectadores ¿Responde Barack Obama al perfil siguiente?


Referencias:

-La CIA y la guerra fría cultural, de Frances Stonor Saunders, Editorial Debate.
-La propaganda anticomunista durante la Guerra Fría, por Javier Bilbao, de JotDown Contemporary Cultural Magazine.

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