Doctor, quiero ser músico

[Crítica Musical]

Por Javier Arnedo 

Calla niño, que no tienes brazos...

De izq. a drch. Alex, Miguel Ángel, Juan Carlos, Carlos y Diego.

Es jueves y como de costumbre un amigo tira la puerta de tu casa portando sotopocientos litros de cerveza. Cambia que esta vez te invitan a un concierto y además te piden una crítica. Aceptas, es buena prensa y además te gusta. La putada es que el grupo es Anddervaat y tienes que criticar a unos amigos. La cosa se complica. Vamos, recuerda todo lo que aprendiste en la escuela de payasos. Nunca pudiste hacer el truco del giro-ciclo mortal, ¿podrás ahora?

Estamos en la sala Musik, de entrada sabemos que el sonido va a ser una basura. Un mono en esa sala no sería capaz de hacerlo mejor que un técnico “cualificado”. ¿A quién cojones se le ocurrió hacer una sala de concierto allí? Hasta caen trozos de techo cuando retumban los bajos. Los micros de los amplis se cuelgan de sus cables, no hay ni pies ni espacio en el escenario para ponerlos. Pobres, están jodidos. Me arrinconan en una esquina, no veo nada. Cinco articulaciones de brazo me hacen falta para darle un trago a mi cerveza. Al menos han llenado la sala. Hasta una simpática señorita nos sonríe. Otra vez me ha vuelto a pasar, es una muñeca hinchable… Se visten de doctores, con plumas sombreros, gominas. No entiendo nada. Yo solo  imagino a Groucho en pijama y solo espero que hagan la escena del espejo.

Esto ya empieza, y como si de una operación se tratase comienzan a destripar tema tras tema. Carlos (bajista) por favor, bisturí; Frank Zappa en camilla, hay que tener mucho pulso para arreglarle algo a este hombre. Corte limpio, tripas fuera, psicodelia pura en el quirófano, hasta me echo las manos a la cara para limpiarme las gotas de sangre. Esta mierda es buena. Veo un didgeridoo en el escenario. Lo veo, lo veo, lo veo, no lo oigo. Vuelvo a acordarme de la madre del técnico de sonido…

Y aquí acaba la intro de una versión espectacular. Los médicos se visten de civiles, y tras unos chistes empiezan el segundo tema que da nombre al grupo: “Anddervaat”. Un error mayúsculo. Un rock callejero adolescente que no termina de encajar con lo que acabamos de ver y lo que veremos. Un setlist es una carta presentación. Los clásicos y los temas nostálgicos se dejan para el final. Temas como “Viuda Negra”, un blues que flirtea con un pop somero, o el tango “sin nombre”, una sucesión frenética de escalas sobre el mástil de dos guitarras que no hace echar en falta un bandoneón, fueron canciones con personalidad de grupo, temas maduros que muestran muy buen criterio en sus composiciones.

“El Viejo”, una balada, cierra la primera parte del concierto. Dejan a un público frío, triste y pensativo. ¿Dónde se olvidaron la euforia? Es un error imperdonable. Otro es alimentar a un público que parece no entender lo que oye, solo jalea cuando se quitan las camisetas, no así cuando Miguel Ángel (teclista) quema las teclas de su piano al más puro estilo Deep Purple. Pero los aplausos son para los pechos y las guitarras. A veces se cuentan por dos los que deberían ser uno. Mucho músico para un estilo como este en el que Diego (cantante y guitarrista) se las arregla muy bien solo y las percusiones se relegan a la pura ortodoxia del estilo. Una ortodoxia de la que se obcecan en salir a veces con mal atino, pues tanto cambio, tanto intento de progresivizar la música te saca de ella.

Dieron buenas dósis de humor entre canciones y sobre las propias canciones. Y como buenos murcianos se marcaron una versión perfecta de “Chilaba y Cachimba” tan solo superada por su “Tulipomanía”, una canción en la que aún me pregunto como demonios puede encajar tan bien un órgano hammond con una cabalgada puramente Black Sabbath. 

Estos médicos tienen futuro en la música. Yo el próximo no me lo pierdo.

- Escúchalos: Disco Anddervaat (en Jamendo)