lunes, 29 de abril de 2013

Islandia devuelve el poder al partido político que dirigió su colapso económico. ¿Por qué?



Con toda probabilidad el centro-derecha islandés va a gobernar en coalición durante los siguientes cuatro años en este país. Aquellos que dirigieron Islandia durante las décadas que precedieron a su colapso económico, y que cimentaron el mismo, vuelven a tomar las riendas después de que el descontento de la población los expulsara en lo que muchos calificaron como la Revolución Islandesa. Que el Partido de la Independencia vuelva a dirigir el país, sostenido por su clásico aliado el Partido del Progreso, nos proporciona por lo menos tres lecciones básicas: la primera es que los islandeses no tienen imaginación para nombrar a sus partidos políticos; la segunda es la confirmación de que el votante medio está muy influenciado por la tradición; y la tercera es que algo no encaja con la gloriosa gestión alternativa de izquierdas que algunos intentaron vender y que presuponía una población encantadísima con sus nuevos gobernantes.

Que vuelva a gobernar el Partido de la Independencia encaja de maravilla para explicar por qué el gobierno del PP no ha perdido intención voto (el cual saldría victorioso si se celebrasen elecciones esta semana). Dedicad diez segundos a pensar en lo que acabo de decir; después de todas las medidas tomadas por el Gobierno de Mariano Rajoy la población lo volvería a respaldar en las urnas. Esto sólo es una prueba más del fenómeno con el que tienen que lidiar a sangre y sudor los partidos emergentes: cuesta mucho cambiar la preferencia política de un individuo. Una vez fidelizado un votante hacia un sector ideológico concreto, se necesitaran muchos cambios sociales durante muchos años para que termine apoyando a otro partido de forma estable. En resumidas cuentas, alguien de un partido político, ante la mala gestión de éste, como mucho se abstendrá pero no terminará votando al partido de la competencia.

Otro fenómeno que explica la vuelta al poder del antiguo partido dirigente en Islandia es que el votante tiende a valorar la experiencia de forma primordial a la hora de las elecciones. O que somos todos unos jodidos borregos, como se quiera mirar. Pero el caso es que a escala general se tiende a pensar que la clase política es algo uniforme que no varía mucho de un partido a otro, por lo que la inclinación natural es apoyar a quien ya ha estado en el gobierno, bajo la premisa de que su experiencia es fundamental para poder dirigir el país. También esto se puede ver de una manera más cruda: si se piensa que todos los políticos acaban siendo unos hijos de puta corruptos, pues votas a los que ya tienen experiencia en el tema (yo os prometo que he escuchado de manera seria el argumento de que hay que votar a los de siempre porque éstos ya se han cansado de robar). 

Yo personalmente antes me cortaría una mano que votar a los que ya me han puteado activamente. Pero yo no tomo en consideración el valor practico de mi voto a la hora de decidir. Lo que en puridad es algo bastante estúpido y hace que no pueda extrapolar mi elección a la decisión media que se toma en las democracias. 

Y volviendo a la que he presentado como mi conclusión tercera, es realmente destacable el hecho de que el tradicional votante islandés quiera castigar a su actual gobierno a costa todavía de permitir que los antiguos dirigentes arruinaeconomías vuelvan al poder. Estamos aquí ante la mejor prueba de que el milagro islandés no fue tal y que la gloriosa revolución nunca se dio. Islandia ha podido enfrentarse a su crisis económica particular de peor o mejor forma, pero siempre me pareció muy sospechoso que se dijera que ellos lo habían hecho tan bien y en contraposición a cómo de mal lo hacemos nosotros. Sobre todo si partimos de entrada de que todo el mundo decidió que era buena idea considerar que las decisiones que toma un país con 300.000 habitantes se pueden extrapolar a países con 82 millones de habitantes o incluso de 312 millones (si si, la gente decía que Estados Unidos era estúpido por no hacer lo que estaba haciendo Islandia).

¿Es que lo que nos dijeron de la la Revolución Islandesa fue un completo fraude? No realmente; la economía islandesa está creciendo a un ritmo aceptable, se ha estabilizado la deuda pública junto a la inflación, y se ha salvado el modelo de estado de bienestar con un control de la tasa de paro aceptable, además de que ha ido reduciendo su brutal endeudamiento exterior. Cualquiera podría quedarse con estos datos y quejarse amargamente de la maldad de los gobernantes españoles, que no lo arreglan todo porque no quieren (aviso para quien piensa ese tipo de cosas: nuestros votantes no son malvados, son estúpidos y mediocres). 

¿Entonces qué ha hecho que la población esté descontenta con el gobierno? Pues que Islandia es considerablemente un país más pobre que antes de sus reformas. Politikon, una web que recomiendo encarecidamente, lo resumía bastante bien: "lo que parece una gran recuperación ahora viene de un morrazo absolutamente tremendo los dos últimos años". Y es que ha perdido una considerable porción del PIB y la moneda nacional ha perdido la mitad de su valor. Lo que viene siendo salir de la crisis a través de un ajuste por devaluación, que algún día explicaré en esta bitácora lo que es, pero que puede resumirse como algo bastante desagradable.

Una prueba más de que no hay soluciones fáciles cuando se habla de economía y política.


Monsieur le Tupé. 

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