domingo, 12 de enero de 2014

No sigan esperando a Godot, váyanse con Margott Vaum

[Crítica Musical]

Por Javier Arnedo


Un 25 no dice nada por sí solo. Al 25 lo acompaña un nombre al que denota con una cantidad, una posición espacial, temporal, ordenada. Si se conjuga con el mes adecuado revela el día más importante en la vida de un cristiano y de un niño yanqui. Además, si a ese 25 se le suma un nombre propio, se crea espectación. Si ese nombre es Margott Vaum, posiblemente recuerdes ese día todos los 25 de diciembre venideros.

Margott Vaum sienta a la gente. No somos tantos como para luchar a codazos por un hueco en mitad de la pista. Es navidad. Los que no tenemos familia nos asimos a su chilaba. Coge su guitarra. Me sonrío. Intenta afinarla y no lo consigue. No es la primera vez que le pasa y eso ya me lo temía. Pone su cejilla, la revisa, revisa la guitarra, el micro, el pie. Dudo que sepa quién hay delante porque hasta entonces no ha sido capaz de enfrentar la mirada al público. La vergüenza y el nerviosismo son constantes en sus actuaciones que se manifiestan en toda ella, menos en su voz, su voz está sujeta por una araña que absorbe los temblores.



La actuación va a comenzar. Sus monólogos me sugieren un telón que no cae, un apuntador que no habla y una tramoya sin cuerdas. Su misticismo no es tal. Es más bien un aura de poetismo. Ella lo cree y lo exuda; lo sabe y lo canta; lo escriben otros, sus ídolos, a través de sus manos.

Entre letra y letra uno piensa en la belleza, su belleza, en las miserias humanas. Sí, las miserias. Sus canciones no tienen estribillos de rock blando, ni el edulcorado lirismo del cantautor español medio. Introduce cada canción con soberbias meditaciones, con ese guión tan poco improvisado por los artistas en el que en vez de contarte su miserable vida o el chiste gancho de la noche, te relata una historia, un sentimiento; esbozos que al sonar la música cobran sentido. El público se congracia con el engaño, espera y escucha. Regurgita esa "r" tan poco francófona, tan occidental, tan oriental, tan suya y por momentos nuestra.

Margott nos habló de Truffaut y aquel niño que huía buscando el mar. Recordaba uno al rapaz de Aute sentado en la orilla mirando al horizonte. Pero este no buscaba su niño pasado, buscaba largarse lo más lejos de esa infancia envenenada. Es cierto que del misterio y la intelectualidad puede vivir el artista (aunque cada vez menos), pero de ahí a la pedantería hay paso bien corto. Margott Vaum si no lo da se queda bien cerca. Lo intuyes cuándo la escuchas hablar sobre el teatro del absurdo y la obra Esperando a Godot que le sirve de introducción para su canción “Volveremos a Soñar”. Pero esto es parte de su espectáculo, de eso que la diferencia del resto de la escena. Puede que a usted le produzca encono, sin embargo el arrojo y la inmersión en su pequeño teatrillo, sin altanerías ni burlas, te aprehende por mucho empeño que pongas en exigir un espectáculo austero.

El cantautor coge de la mano al folk. Un término extendido hasta el absurdo, en mi opinión, puesto que para ser folk en Murcia tienes al menos que tocar una marimba. No es este el caso. Dejémoslo en que Margott es una cantautora con su propio estilo, que es capaz de coger una canción folk y reconvertirla para sí. Lo hizo con "Knockin on heavens doors" del autor folk por excelencia. Y por lo marcado de la fecha se atrevió con una interpretación confitada, cruda y somera de "Silent Night". Fue grato saber que sigue componiendo. La muestra es que adelantó un tema que da continuidad a su obra, pues sigue el rastro de la "Volveremos a soñar".
 
No es un concierto apto para oídos absolutos. Quizá haya sido el azar, pero en las dos ocasiones que he visto a Margott no consiguió afinar bien su guitarra. Puede que sea lo de menos, pero la ganadora de un Creajoven no puede ir chirriando por ahí. Sin más. Esto quizá venga influenciado por ese temblar y un miedo que le impide hacer de los escenarios que pisa sus propios templos. Porque, vean ustedes, estamos ante una artista que crece conforme escuchas su trabajo grabado, que tiene eso que muchos clásicos quieren, pero que por momentos parece amedrentarse con sus propios fans. Lo tiene, dudo que no lo sepa. Cuando deje de ser la chica tímida que compone y canta cosas excelentes se convertirá en la artista que cantautores introvertidos admirarán. No auguro, lo afirmo.



2 comentarios:

  1. Aún lamento no haber podido ir el 25, y después de leer esto, todavía más.
    Gracias por compartirlo, esa 'r' regurgitante me ha estado acompañando buena parte del día.
    :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jeje cuando vuelvas seguro que tienes la suerte de verla, que suele danzar por aquí.

      Eliminar

Comparte este post

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...