miércoles, 22 de mayo de 2013

¿Por qué se denomina victoria pírrica?



Si famosos son los vencedores en las grandes batallas, también son muy recordados los guerreros vencidos pero que en el envite demuestran su bravura, los que mueren matando, que se aferran al honor como el último paso antes de llegar a la otra vida. Aquellos que, bien por su amor a la patria, bien por su respeto a los camaradas ya caídos ó simplemente por no tener nada mejor a lo que recurrir, se baten como bellacos a sabiendas de que todo está perdido. Que levante la mano quien no se le vengan a la cabeza inmediatamente los combates a los que se vieron sometidos nuestros Tercios durante el siglo XVII, ya sin tierras que conquistar, sino que mantener, a cambio de no cobrar, sólo de vivir una noche más en la que poder coger fuerzas para seguir dando muerte a algún enemigo (elíjase el país de procedencia del mismo al azar, pues enemigos había por doquier) al amanecer.

La definición que la Real Academia Española da sobre una victoria pírrica es la siguiente: " Dicho de un triunfo o de una victoria: Obtenidos con más daño del vencedor que del vencido ". ¿Y de dónde viene este peculiar término?, se preguntará más de uno. Pues como siempre suele pasar, esta acepción se deriva de un personaje histórico, que si bien no es conocido tanto por su gran valía y entereza para desafiar y vencer a sus enemigos, sí que lo es por sus peculiares "victorias". Su nombre ha acabado sirviendo para acuñar esas victorias en las que los derrotados salen casi más beneficiados que los vencedores, como un partido del Barça que gana por 5-0 pero que en el envite se lesionan para lo que resta de temporada Messi y Xavi. Un desastre, vamos.

El personaje que tenemos que atender para conocer el origen del término es el rey Pirro de Epiro, un monarca digno del mejor trabalenguas, considerado como uno de los mejores generales de la antigüedad y un gran rival de la República de Roma. Nos situamos a principios del siglo III a.C. En estos momentos el que posteriormente será un vasto imperio que dominará Europa, o sea, el romano, todavía no domina siquiera la Península Itálica al completo, sino que se encuentra en plena expansión por las ciudades sureñas, polis griegas en terreno ambicionado por la joven ciudad romana. El reino de Epiro, geográficamente, se encontraba justo frente a las costas del sur de Italia, por lo que al recibir el asedio de los romanos, la ciudad de Tarento envió emisarios pidiendo ayuda a Pirro. 

En el año 280 a.C. el rey guerrero cruzó el Adriático para socorrer a los tarentinos con un gran ejército nutrido principalmente de las temibles falanges macedonias amén de falanges de la propia Epiro (no tan temibles pero sí bastante competentes) y tropas ligeras de arqueros, honderos de Roda y caballería de Tesalia. Sin embargo, el arma secreta y de mayor potencia del ejército epirano era una fuerza de elefantes, tropa contra la que los romanos nunca se habían enfrentado y que en breves sentirían en sus carnes (recordemos que todavía no habían tenido lugar las guerras púnicas que enfrentarían a los ejércitos de Roma contra los de Cartago por el control del Mediterráneo).

La batalla no se hizo esperar y en Heraclea los romanos decidieron atacar a las recientemente desembarcadas tropas de Pirro. Éste decidió interceptarlos con un fugaz ataque de su caballería, liderada por él mismo, lo cual no fue suficiente, tras lo que ordenó el ataque total de la infantería. Tras horas de ardua refriega, la contienda no se decidía hacia ningún bando, por lo que Pirro decidió hacer lo que cualquier espectador que estuviese contemplando la batalla hubiese deseado: mandar a los elefantes a vanguardia. Con estos bichos en juego se acabó lo que se daba, los romanos fueron arrasados y su campamento saqueado. A pesar de ello, los de Epiro sufrieron cuantiosas bajas.

Una vez hubo acabado con los romanos en campo abierto, Pirro intentó negociar la paz con el Senado romano, cosa que le fue negada, por lo que avanzó hacia la capital romana. La llegada de un nuevo ejército de legiones proveniente del norte le hizo detenerse a 30 km de Roma y poner rumbo al sur para reagrupar sus fuerzas. Tras el paso del duro invierno, en 279 a.C. romanos y epiranos decidieron seguir matándose: en Asculum midieron nuevamente fuerzas ambos ejércitos. Dos días duró la batalla, porque el primero los romanos mostraron una resistencia feroz ante sus enemigos, envalentonados por estar situados en zona ventajosa, con terreno abrupto a su favor y árboles de por medio, lo que propició que los elefantes de Pirro quedasen como reserva. Sin embargo, al día siguiente el rey de Epiro consiguió situar a sus tropas en campo abierto, lo que permitió a sus falanges y elefantes operar a pleno rendimiento, y por ende, aplastar a los romanos. 

Aun así, la victoria costó cara a Pirro; gran parte de las tropas veteranas y lugartenientes de su ejército cayeron en combate, por lo que, según cuenta la leyenda, cuando un soldado fue emocionado a felicitar a su comandante por la gran victoria, Pirro, mientras contemplaba impasible el campo de batalla, sentenció: "Otra victoria como ésta y tendré que regresar a Epiro solo".

Es así como la Historia recuerda a uno de los grandes generales que puso en jaque a una Roma por aquel entonces en los albores del gran imperio que más tarde sería. Pero si hablamos de victorias pírricas a destacar, probablemente la más significativa (con permiso de la batalla de las Termópilas, esa de los 300) sea la heroica defensa que hicieron los colonos americanos frente a los casacas rojas en Bunker Hill. Nos situamos en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos (1775-1783). Al comienzo de las hostilidades, unos cientos de americanos, en su mayoría granjeros, se atrincheraron en el fuerte de Bunker Hill esperando a que llegasen los británicos, quienes confiaban en desalojar a los que consideraban poco más que unos alborotadores. Sin embargo, éstos vendieron carísima la derrota, puesto que de las fuerzas británicas, compuestas por unos 1000 hombres, más de 800 fueron alcanzados por los disparos y con heridas serias (o sea, unas 800 bajas sufieron los británicos), mientras que los americanos sólo sufrieron unas 100 bajas.

Ejemplos como éstos nos hacen ver que quienes se emplean con mayor tesón y fortaleza ante los enemigos no son los que buscan riquezas, tierras o furcias, sino los que las defienden, a los que les va la vida en ello y por tanto, o mueren, o les dan muerte. Que no extrañe al personal ver a Pérez-Reverte proponiendo una nueva acepción de victoria pírrica tal que así: "Dícese de aquel triunfo o victoria obtenido durante el siglo XVII contra un tercio español, si es que algún bellaco queda para rubricarlo en las memorias".

Pero eso es otra historia.


Referencias:

1- Origen de la expresión "victoria pírrica" de Queaprendemoshoy.com

2- Batallas pírricas de portalplanetasedna.com

2 comentarios:

  1. Corrija usted!! xDD

    "Al comienzo de las hostilidades, unos cientos de americanos, en su mayoría granjeros, se atrincheraron en el fuerte de Buner Hill esperando a que llegasen los británicos..."

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    1. Muchas gracias por la observación, caballero. Y mil perdones.

      Si me pilla un prototipo de americano medio me liquida.

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