miércoles, 12 de diciembre de 2012

Sajones, vikingos y normandos: Bienvenidos a la Inglaterra de 1066


Eres un pescador y vives en las costas del condado de York. Has tenido un duro día de trabajo, que no da para mucho, pues tus vecinos más próximos están asociados y te están robando la pesca, vendiéndola a precios más bajos en el mercado local. El señor de la zona te atosiga con impuestos que no puedes pagar, a lo que debes sumarle el diezmo pertinente al obispado local. Pero tienes una agradecida mujer que honra todos tus esfuerzos con una mugrienta pero amable sonrisa cada vez que vuelves a casa, la madre de tus dos hijos: un pequeño muchacho que quiere ser un caballero, y una preciosa adolescente, que planeas casar, si hay suerte, con el regente de una taberna. Una noche, repentinamente, oyes las campanas del pueblo más cercano, ves antorchas, cientos de antorchas, casas ardiendo y sientes los aullidos desconsolados de sus habitantes fundiéndose con el humo. Es entonces cuando piensas ir corriendo a coger a tu mujer y a tus hijos para iros lo más lejos posible de ese infierno que estás contemplando. Con suerte en unas horas llegaréis al cobijo de las murallas de York. Pero intuyes una sombra justo detrás de ti, más grande que tú, vestida con pieles. Apesta a sangre y cerveza. Es lo último que ves. Todo se vuelve negro...

Un pasaje similar pudo haber sido vivido por algún don nadie en septiembre de 1066, pues en esa fecha los vikingos noruegos invaden el norte de Inglaterra. Los 3 siglos anteriores tuvieron un panorama desolador para el país. Tras constantes disputas entre los anglosajones y los vikingos, finalmente llegó a haber un rey vikingo (danés) en el trono de Inglaterra, Canuto el Grande, que hizo a ambos bandos llegar a la paz y a respetar las mutuamente las leyes de cada cual, pero poco tiempo después la corona volvió a la dinastía sajona, ya que Canuto recibió la corona danesa a la muerte de su hermano y se desentendió de Inglaterra. En este período Canuto consigue conquistar Noruega, dato importante para los acontecimientos que vendrán después. Así, la corona inglesa la asumió en 1042 Eduardo el Confesor, hasta su muerte en 1066 sin descendencia. El Witan, un consejo de obispos, nobles y dignatarios cercanos al poder cuyas elecciones iban dirigidas más bien al propio beneficio y no al del reino, eligieron como sucesor de Eduardo a Harold Godwinson, conde de Wessex, a quien según se dice (o decía él, más bien), un Eduardo moribundo y en lecho de muerte le pidió que defendiese a su familia y al reino. Así pues, seguía aparentemente sin problemas la dinastía de reyes sajones, con la coronación de Harold II como rey de Inglaterra.

Sin embargo, las reacciones contrarias a esta decisión no tardaron en manifestarse. Por un lado, el duque Guillermo de Normandía reclamaba el trono, pues era primo de Eduardo, y no sólo eso, sino que tiempo atrás Harold, que había estado de visita en Normandía, había jurado lealtad a Guillermo y por tanto le había apoyado para una futura pretensión al trono. O eso decían los normandos. Por otra parte tenemos a Harald Hardrada, descendiente de Canuto el Grande y rey de una próspera y ambiciosa Noruega, con ansias de expansión, que vio en la débil herencia que tenía sobre el trono inglés una excusa perfecta para cruzar el Mar del Norte y conquistar el reino.

Llegada de los noruegos a las costas de Inglaterra
Como los vikingos fueron los primeros en llegar, vamos con ellos. Harald dispuso de 270 naves, los famosos dragones vikingos, y de varios miles de hombres para que la empresa llegase, y nunca mejor dicho, a buen puerto. Desembarcó en las proximidades de York, donde obtuvo varias victorias rápidas, pues los ingleses no esperaban un ataque noruego por el norte, sino más bien una incursión normanda por el sur. Es por ello que toda la flota inglesa se hallaba defendiendo las costas sureñas y Harald pudo desembarcar como Pedro por su casa. Ante las noticias de invasión por el norte, el rey inglés Harold Godwinson se puso en marcha, y emprendió a marchas forzadas el rumbo a York para intentar pillar por sorpresa a los vikingos.

Estos, al ver la rapidez de sus victorias nada más desembarcar, creyeron haber conquistado, casi sin despeinar sus ya de por sí despeinadas cabelleras, el norte de Inglaterra, por lo que se dispusieron a cruzar el puente de Stamford Bridge para hacerse con la ciudad de York. De hecho, Harold esperaba que sus habitantes le rindiesen pleitesía y lo cubriesen de oro, rehenes y furcias, por lo que se dejó con los barcos a la mayor parte de su ejército, llevándose a York solamente a unos cientos, que en gran parte iban desarmados, como si fuesen a una ceremonia. Cuando vieron aparecer a los miles de soldados ingleses con relucientes armaduras al otro lado del puente, los orgullosos hijos de Odín de repente se sintieron unos desdichados hijos de perra.

Pero el gran Harald Hardrada, en lugar de arrugarse y retroceder para reunirse con el resto de su ejército, decidió hacer frente a los ingleses en el puente. Ya que hemos venido de Noruega, aquí somos invencibles, debió de pensar. Bueno, eso, además de ser un vikingo y creer que estás bendecido por el mismísimo trueno de Thor, qué diablos. En cualquier caso, en la refriega los noruegos aguantaron como pudieron el envite inglés, de hecho cuenta la leyenda que un berserk (guerreros que combatían drogados y no sentían apenas dolor. Para quien haya visto El señor de los anillos: Las Dos Torres, los berserks son los orcos uruk-hai que combaten en el Abismo de Helm en calzoncillos y tienen la piel cubierta de sangre) retuvo durante varios minutos a todo el ejército inglés, algo nada descabellado, pues por el citado puente cabían 4 o 5 hombres a lo sumo. La heroica gesta duró hasta que un guerrero inglés con más dedos de frente que el resto de sus camaradas se subió a un tocón de madera que había en el río y le tiró una lanza al berserk, dejando vía libre en el puente. En la refriega general que hubo entonces los vikingos fueron cayendo uno detrás de otro, luchando con un valor encomiable, pero sin armadura y contra un ejército que está extramotivado por defender su país del invasor noruego, poco podían hacer por mucha maña guerrera que tuviesen. Finalmente Harald Haldrada recibió un flechazo en la garganta que acabó con su vida. Con la derrota en Stamford Bridge ( batalla que da nombre al estadio del Chelsea F.C., por cierto ) y la muerte de su líder, el resto de vikingos que quedaban en la costa, desorganizados, fueron fácilmente derrotados. De las 270 naves que llegaron con ansia de conquista, sólo regresaron 30 a Noruega. El desastre fue total, tanto que los vikingos nunca más volvieron a invadir Inglaterra con una fuerza militar en condiciones, sólo realizaron pequeñas incursiones a ciudades costeras. Se puede decir que con Stamford Bridge y la muerte de Harold Hardrada se inicia el ocaso de la cultura vikinga.

Sajones viéndolas venir. Vikingos y normandos al acecho.
Tras la debacle vikinga, justo el mismo día en que se produce, arriba Guillermo de Normandía a la costa sur de Inglaterra. Dicho duque, al que como he dicho le fue prometida la corona inglesa tanto por el rey recién fallecido como por el recién coronado, entra en cólera al sentirse engañado, y en un decir Jesús se pone manos a la obra para conquistar la mayor de las islas británicas. Sus lugartenientes se muestran un poco escépticos ante tamaña osadía, recordándole que por mucho que su causa fuese "justa", los ingleses tenían mayores recursos y hombres que los normandos, pues Normandía no era más que una pequeña región comparado con todo un país como era Inglaterra. Aquí empieza el festival de astucia de Guillermo, que para legitimar su guerra contra Harold Godwinson, soborna al papado y obtiene el permiso del Vaticano para invadir Inglaterra. Con esto ya no sería una guerra por las buenas, sino que el asunto adquiere grado de guerra santa y los hombres que en ella participen recibirán el perdón de Dios automáticamente, ganen o pierdan. Nada mejor que una dosis de Dios para que los hombres ganen moral de donde no la hay. El ejército normando portaría en la batalla el pendón de los Estados Pontificios, como si contra musulmán, judío o enemigo de la cristiandad al uso fuesen a combatir.

La travesía marina a través del Canal de la Mancha no fue asunto baladí, pues los vientos fueron tan poco propicios que las naves normandas fueron a parar a la costa normanda de nuevo. Para aumentar la moral de la tropa, Guillermo ordenó duplicar las raciones de comida y bebida para los hombres, aunque andasen escasos de las mismas. En su momento esta argucia dio una muestra de poderío que tuvo un beneficioso efecto para la moral de las tropas. Finalmente llegan a las costas de Inglaterra y establecen una base en Hastings, una pequeña península con acceso directo al mar, por si en la batalla que estaba por venir se torcían las cosas y los normandos tenían que salir corriendo al grito de mariquita el último. 

Una vez establecido, al enterarse de que el rey Harold se encuentra en York con todo su ejército, Guillermo empieza a dar rienda suelta a sus normandos sedientos de sangre para que saqueen, violen y pasen por la espada las poblaciones colindantes, a modo de llamada de atención sobre el rey de Inglaterra. Una brillante (fríamente dicho, claro) estrategia, pues los normandos no estaban muy sobrados de recursos y necesitaban que los ingleses llegasen rápidamente del Norte sin tiempo para reforzarse con nuevas tropas. Como siempre ocurre con el duque Guillermo, la estrategia surtió el efecto esperado y al poco tiempo llegó la hueste inglesa proveniente del norte. Harold los mandó formar en una colina para tener ventaja defensiva, a la espera de los normandos.

Los dos ejércitos que se iban a enfrentar eran bastante diferentes entre sí. Por un lado el ejército sajón era el que se venía gestando de los siglos anteriores en sus eternas luchas contra los vikingos. Luchaban en una formación eminentemente defensiva, llamada muro de escudos. Los hombres formaban escudo junto a escudo mientras entrechocaban sus espadas, hachas, mazas o lo que tuviesen a mano contra el canto de los escudos, para intimidar al enemigo. En el centro Harold situó a los huscarles, unos bastardos motherfuckers más burros que el asno de Shrek, su guardia personal, soldados entrenados exclusivamente para matar lo más salvajemente posible, armados con hachas de doble filo, con las que según se dice eran capaces de cercenar la cabeza de un caballo sin despeinarse. Por el bando contrario el ejército de Guillermo era de los típicos que vemos en la Edad Media, con un núcleo de infantes con lanzas, unidades de arqueros armados con flechas de sierra y unidades de caballería, su principal arma, con la que no contaban los sajones. Aparte de esto, los normandos contaban con otra ventaja a su favor, las tropas de Harold estaban exaustas: venían del Norte de acabar con los vikingos y a marchas forzadas, y no habían tenido ni un minuto de respiro. A la postre, el cansancio sería decisivo.


Batalla de Hastings representada en el tapiz de Bayeux.
La batalla transcurrió en un día casi completo, desde las nueve de la mañana hasta la puesta de Sol, una batalla muy larga para lo que se solía ver en la Edad Media. En el transcurso de la misma los normandos partían con desventaja, pues los sajones se situaron en la colina, y con la formación del muro de escudos en liza, estaba difícil de soliviantar el asunto. Además, al estar con la pendiente en contra, los arqueros de Guillermo no podían disparar en condiciones a los sajones, pero aún así Guillermo mandó a su infantería cargar contra el muro que tenían delante. Por mucho que lo intentaron, los soldados normandos no encontraban el resquicio necesario para penetrar las defensas y fueron rechazados varias veces. Cuando peor lo estaban pasando, corrió entre las filas el rumor de que Guillermo había muerto en batalla, y varios soldados, presas del pánico, empezaron a retirarse. Entonces el duque normando, echándole un par de huevos narices al asunto, se quitó el casco y recorrió a caballo sus filas, a la vista de todos, arengando a sus hombres hasta las últimas consecuencias. Por un falso rumor casi se desequilibra la batalla a favor de los sajones.

Ambos ejércitos se tomaron un respiro para recoger a sus muertos y heridos. Mientras tanto, Guillermo estaba carcomiéndose los sesos en busca de un plan con el que acabar con el muro de escudos sajón, y zasca, la bombilla del líder normando se encendió. Mientras la infantería cargaba contra el muro por enésima vez, decidió realizar con la caballería una serie de cargas distractoras, haciendo creer al enemigo que huían. Con cada carga varios sajones se confiaban y salían a perseguirlos, creyendo haber ganado la batalla, y rompían parte de la formación. Entonces los normandos daban la vuelta a los caballos y se los cepillaban rápidamente. Así, a base de merme, como diría José Mota, el muro de escudos fue debilitado poco a poco y los normandos fueron avanzando posiciones, inclinando el campo de batalla a su favor, por lo que los arqueros pudieron empezar a disparar parabólicamente para alcanzar la retaguardia de los sajones. En una andanada un afortunado arquero normando alcanzó a Harold Godwinson, el rey inglés, en un ojo, matándolo en el acto, por lo que rápidamente los cansadísimo sajones vieron que sin rey ni liderazgo estaban perdidos, y echaron a correr. La victoria era para Guillermo, y también la tan ansiada corona.

La batalla de Hastings tuvo unas consecuencias revolucionarias para la Edad Media. Militarmente, fue la primera batalla en la que la caballería resultaba un factor decisivo, lo cual sería norma en lo posterior. En el contexto político y social, tras la coronación de Guillermo I, conocido por su heroica conquista de Inglaterra con el sobrenombre de "El conquistador", el país asistió a una revolución del sistema vigente, con la llegada del feudalismo de manos de los normandos. A sus fieles guerreros y nobles, Guillermo los recompensó con tierras y títulos que le fueron arrebatados a los nobles locales, y además les dio amplios poderes políticos en sus regiones a cambio de una relación de vasallaje en caso de requerir de soldados. Además, expulsó de la corte a todos los nobles y altos cargos eclesiásticos sajones, rodeándose de consejeros normandos. De la noche a la mañana en Inglaterra el que hablaba inglés era un ser inferior y mundano, la nueva moda era hablar francés como los normandos.

A pesar de todo lo que vengo contando, todos estos cambios políticos afectaban igual a la plebe estuviesen vikingos, sajones, normados o el incansable pueblo inca. Como el amable Ser Jorah Mormont le dice a la Khaleesi en Juego de Tronos: "el pueblo llano, cuando reza, pide lluvia, hijos sanos y un verano que no acabe jamás. No les importa que los grandes señores jueguen a su juego de tronos, mientras a ellos los dejen en paz. Pero nunca los dejan en paz". Esta gente de la que habla Ser Jorah son el don nadie al que hacía mención en la introducción de este artículo, gente cuya mayor aspiración en la vida era esquivar a la muerte un día más pagando los impuestos pertinentes y, en caso de tener descendencia femenina, rezar por que el señor feudal de la zona no le echase el ojo, pues en caso contrario, nietos bastardos pulularían por doquier en su humilde casa. Gente que buscaba pasar desapercibida en estos tiempos de barbarie y destrucción. Gente eternamente puteada, nacidos y destetados para ser jodidos.

Pero esa gente siempre será otra historia.

6 comentarios:

  1. Pero bien que se vengaron luego los ingleses sobre Francia con sus arcos largos =P

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    1. Paradójicamente invadió Francia un sucesor de Guillermo, ya hablaré de la Guerra de los Cien Años, que eso es cosa fina.

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  2. Me encanta la forma de contar la historia. Es divertida amena y muy didáctica. Enhorabuena

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  3. El resumen que haces anima a leer más. Las novelas de Bernard Cornwell, de la serie Sajones, Vikingos y Normandos, relatan de forma amena esa época de la historia inglesa.

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  4. A mí me ha inspirado Canuto el grande.

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