sábado, 16 de noviembre de 2013

Woody Allen no defrauda

[Crítica de cine] 

Por Rafael Belchí


Desde las Diane Keaton de Annie Hall y Manhattan, pasando por los numerosas Mias Farrows de películas como Días de Radio, Hannah y sus hermanas o La rosa púrpura del Cairo, hasta la Judy Davies de Maridos y mujeres, los personajes femeninos siempre han tenido una presencia bastante importante en el cine de Woody Allen: son quienes escuchan sus miedos, sus pasiones y sus desvaríos, de quienes se enamora y con los que comparte su vida, mujeres que personifican en pantalla sus antiguos amores, los actuales, o aquellos que le gustaría tener. Son un pilar básico de la inmensa mayoría de sus maravillosas películas.

Por eso te sorprende que para su último trabajo, Blue Jasmine, el personaje que haya cogido sea una pija del Nueva York más detestable, que pegó el braguetazo con un especulador inmobiliario de tres al cuarto, con el que actuó codeándose con sus amigotes y organizando fiestas. Tras descubrir que su marido se la pegaba con otras mujeres más jóvenes que ella, día sí, día también, entrullen al susodicho ladrón y el Estado le confisque sus preciadas y caprichosas pertenencias, Jasmine se encuentra al borde del abismo. El punto de partida es el viaje de esta mujer a San Francisco para vivir con su hermana, una modesta cajera de supermercado que se codea con tipos tan macarras como divertidos. El cómo Jasmine intenta cambiar su vida de lujo por otra en la que se tenga que ganar las lentejas trabajando, es el leitmotiv de la película.

Como en todas las películas de Woody Allen, el reparto es bastante acertado, con actores como Bobby Cannavale y Michael Sturbarg (ambos partícipes de Boardwalk Empire) y un Alec Baldwin al que te crees como facineroso y estafador interpretando al marido de Jasmine. Pero quien sobresale con una presencia imponente, y alrededor de quien gira la película, es esa maravillosa, madura, y bella actriz que es Cate Blanchett, que está superlativa, te transmite sus temores, sensaciones y vivencias como mujer a la deriva de una manera tan natural como histérica en ocasiones, pero en el buen sentido. 

La película, sin ser de las grandes obras de Allen, está bastante bien, salvo un giro de guión metido con un calzador impropio de un genio como el neoyorquino, y una estética que en algunos instantes es un poco cargante con la obsesión de que todo sea amarillo pastel, como el pelo de Jasmine. Pero sería injusto centrarse en estos aspectos, pues la sensación que tienes tras ver la película es que te han contado con sabiduría una mezcla de drama y comedia, con diálogos que perduran, que te dejan poso, y algunas bromas que te hacen reír. Y es muy de agradecer encontrarse con una película así en la mediocre cartelera que nos ha tocado vivir.

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