domingo, 24 de noviembre de 2013

Viatge a Itaca

Por Conde Chócula

Me pregunto qué hemos hecho mal. En qué momento del camino la furia de Poseidón nos varó en tierras de mediocridad. Hasta hace unos años, cuando nuestro amado dictador todavía vivía, los cantos insurrectos se propagaban por allí donde los estudiosos sabían de rimas y música. Muchos de ellos se dedicaron a musicar la tradición inconformista de grandes poetas, tanto de su tiempo como de tiempos pretéritos. Y es que antes se cantaba a la lucha con el corazón. Y entre tanto de afilar las facas, se daban garbeos sobre el sentir humano, sobre la cotidianeidad y sobre los problemas del devenir. Y además, lo hacían con buena música.

En el viaje a Ítaca se embarcaron muchos de los que todavía hoy cantamos. Eran cantos diferentes, propuestas con un sentido y un fin. Saber de qué se dispone y a qué se enfrenta uno te empodera en tu labor musical. Los cantautores de una época no solo eran buenos poetas; eran buenos músicos y su razón de serlo les llevó a donde todavía hoy están. Actualmente el músico-poeta no es ni músico ni es poeta. Es un individuo con inquietudes que cree poder dedicarse a una vida artística, pero sin aptitudes. La canción de autor actual es una oda a las miserias del amor, al paso del tiempo entre las pequeñas cosas de la vida que no le importan a nadie más que al autor, al desasosiego de panfleto, a la angustia vital de lo banal, y a un sinfín de razones que se repiten de autor en autor navegando sobre los acordes menores de mi, fa y sol. Al parecer tener una guitarra te hace músico, y rimar ripios poeta. La mezcla es una aberración que molesta a los que aún seguimos soñando con las nuevas propuestas que justifiquen un siglo. Pero no aparecen.

En mi ciudad, Murcia, se lleva a cabo todas las semanas una sesión de micros abiertos en la popular cafetería “Itaca”. Es una magnífica oportunidad que los organizadores y la cafetería brindan a los “artistas de habitación” que no pueden o no tienen la facilidad de lanzarse al escenario. Se basa en lo siguiente:
Una o varias personas se suben a un escenario a recitar o cantar y tocar. Se pueden recitar hasta 3 poesías y tocar 2 canciones. Pueden ser de autoría propia o ajena.

Hasta aquí todo es genial. Los artistas tienen un foro desenfadado y gratuito donde mostrar su arte. ¿Inconvenientes? Los mediocres también.

No todo fue malo. En Ítaca dieron sus primeros pasos grandísimos cantautores como Proyecto Jass o David Moya, entre muchos otros. Murcia disfruta de una asociación de cantautores presidida por otro genial cantautor, Jesús Cutillas. Esta gente tuvo propuestas distintas, propuestas atrevidas que enriquecieron Murcia. Ahora algunos consiguen dar esa nota disonante que nos hace mantener la ilusión. La barcelonesa Margott Vaum o Muerdo, aunque sigo creyendo que es un crimen que este hombre se junte con Aute.

Las oportunidades se deben dar a todos, pero nadie te contratará por “casi” saber hacer algo, y esto debemos tenerlo muy presente. Aunque parece no estar tan claro para el público. El que suscribe ha llegado a ver verdaderas aberraciones: canciones de 8 minutos con riffs invariables, poesías pueriles atestadas de ripios, voces desafinadas que harían gritar a un sordomudo “¡¿QUÉ COJONES ES ESTO?!”, personas que interpretarían música para guitarra igual de bien con un palo de escoba, canciones de humor que repiten más “caca, culo, pedo, pis” que cualquier otra interjección, raperos sin flow, sin voz, y sin vergüenza, cantantes que gritan creyendo que mostrando todo su potencial fónico recibirán el aplauso de los más instruídos, de plagios clamorosos a terceros, de cantautores gangosos que creen que el amor se debe expresar alargando cualquier vocal y hacen que su canción de tres versos dure 5 minutos (Irigoyen, esto último va claramente por tí). Hay que tener la cara muy dura para subirse a un escenario sin hacer algo innovador o lo que ya se ha hecho, pero muy bien. Ya no es solo el valor. Hay gente que hasta estudia la lengua y la música para dedicarse a esto. Qué locura.

¿Y sabe usted qué es lo peor? Que entre el público veo a gente reírse de esas personas, gente que se lleva las manos a la cabeza, que comenta y murmura “yo soy mejor” y hace exactamente la misma mierda, y con la poca vergüenza y la hipocresía más flagrante aplauden como si estuvieran ante el mismísimo Johnny Cash. El público de Ítaca no tiene criterio. Son un atajo de imbéciles que creen asistir a la mayor revolución cultural que se ha generado en su ciudad. Creen formar parte de una élite intelectual - “Yo voy a recitales de poesía underground”-. Así no alimentan más que la autocomplaciencia endogámica de quien pretende ser y no es. ¿Para qué sirvieron antes los tomates podridos y las lechugas? Estos no tienen ni las narices de silbar o no aplaudir a quien no sabe, por pura hipocresía. Son partícipes de la destrucción de individuos que no deberían dedicarse a las musas públicamente.

Realmente hay personas que ponen la mayor de las ilusiones tocando y cantando lo que tocan, y esa es una faceta del humano que no se debe atacar. Pero deben ser conscientes de que son vías de escape no aptas en ciertos círculos. De esta forma, aplaudiendo y vitoreando a estos pobres diablos, solo los animan a dejarse en ridículo semana tras semana. Un circo lamentable.

¿Dónde quedaron los Lluis Llach, los Aute, los Krahe, los Paco Ibañez? ¿Dónde esas canciones de amor, revolución y alevosía? Esas personas vivieron algo que nos contaron. Ahora otros nos cuentan lo que no han vivido y querrían vivir, con un acompañamiento musical vomitivo para más inri. Pero yo confío en que llegaremos a Ítaca, en que alguien recitará a Kavafis o cantará a Llach, aunque intenten confundirnos con cantos de sirena afónica.




1 comentario:

  1. cagoenlalesshe@cobrareal.com25 de noviembre de 2013, 16:45

    iiiiass!! ¡te has "espachao" bien, señor Chócula! ¡a cortar las malas hierbas, Machete! Seguiremos buscando a Sugar Man por las calles murcianas

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