El Sorteo de Navidad de este año
será el último con premios exentos de tributación. A partir de entonces tanto
los premios de Loterías y apuestas del Estado sufrirán un gravamen del 20% que descontará la propia organización del
sorteo. Está por ver si incrementarán la cuantía que se recibe como mecanismo
para paliar la reducción de ganancias en lo que siempre ha sido el impuesto
para los idiotas los que no saben de matemáticas, aunque lo más probable
es que no.
Esto en principio puede producir
indignación más allá de la tendencia a odiar toda normativa salida durante el
Gobierno del PP, efecto muy razonable dado el condicionamiento que recibimos de
ellos. Ya que, en primer lugar, ¿por qué una empresa estatal necesita
impuestos? No parece muy lógico, ya que todo el beneficio que se percibe va
directamente al Estado (recordemos que un impuesto es una manera de sacar
beneficio de una operación privada). Es decir, se podría producir el mismo
suceso recaudatorio si se aumentara el precio de los billetes, o se disminuyera
la cuantía del premio (aunque hay veces que establecer un impuesto es una forma
más segura de recaudar). Y en segundo lugar ¿más
impuestos? ¿Más impuestos, hijos de puta? ¿Después de dos años destruyendo los
servicios estatales más impuestos? ¡¿Más impuestos?!
Pero como muchos elementos en la
economía más allá de la primera impresión uno se da cuenta de que la medida
tiene más sentido de lo que parece (como muestra el aval que le dan los
técnicos del Ministerio de Hacienda). Y es que los billetes de lotería son el
mecanismo de oro para evitar pagar Hacienda una cantidad de impuestos brutal, al
ser un ingreso limpio y sin tributar (por el cual también se puede blanquear
dinero). El mecanismo es sencillo y de conocimiento extendido, se localiza al
ganador del premio a través de alguna de las distribuidoras de lotería que
tengas en el ajo antes de que cobre el premio y le compras el billete para
hacerte pasar por su propietario. Si tenías 100.000 euros de un negocio que han
de tributar al 35% y le ofreces a alguien 115.000 por su billete la ganancia es
clara (en el primer caso te quedas con 65.000, en el segundo con 85.000, lo
justo para la entrada para el nuevo yate).
Además de que ahora se convierte,
sin que la ley pueda hacerte nada, en dinero legal y justificado. ¿Qué cómo
tengo yo una colección de Mercedes si no se me conoce trabajo alguno y siempre
he vivido en un barrio marginal? Nada de droga, nada de droga, billetes de
lotería, la suerte, que está conmigo (si has pensando en algún momento en
gitanos el movimiento SOS Racismo está llorando por ti). Aquí habría que hacer
un alto para señalar al iluminado que ha aceptado 15.000 más a cambio de tener
un dinero que no puede justificar y que no puede gastar abiertamente, lo que a
largo plazo no parece que compense (o igual si, porque en este país cada vez se
paga más en negro y que se joda la idea del Estado del bienestar).
Así que deberíamos dar las
gracias por que exista un impuesto que pretenda limitar estas transacciones, o
hacerlas menos rentables (porque si el impuesto de lotería es del 20% y el
impuesto legítimo es del 21% siempre va a haber un hijo de puta avispado
inversor que prefiera ahorrárselo). Porque visto lo visto esta ilustre costumbre
española no nos la quitábamos ni con agua hirviendo.
¿Costumbre española? Pues si, si
y si. Que da vergüenza ajena saber la cantidad de políticos con suerte que hay
en este país a los que la gente sigue votando. Hablamos de señores que se
plantan ante sus votantes, con sus cojones patrios, y les dicen que su fortuna
viene de que han ganado cuatro veces la lotería en cuatro años. O que la
mansión la han sacado del gordo de navidad, cuyo billete fue un regalo de una
constructora. O ya si eso enlazamos con quien dice que ha ganado 8 millones de
euros en casinos en seis años.
Y yo me cago en dios. No habría
que ponerle impuestos, habría que gravarle con latigazos.
Monseiur le Tupé.
Es para flipar... Sinvergüenzas!! Sinvergüezas everywhere!!
ResponderEliminarA mi ya no me llama la atención ya ellos, si no quienes les respaldan. No se, decepcionante.
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