domingo, 7 de abril de 2013

Instrumentos raros de cojones (III): El silbido de la muerte


Los silbidos de la muerte. A bote pronto a uno se le viene a la cabeza a Elle Driver silbando por los pasillos del hospital en "Kill Bill" vaticinio de una posible muerte; también a Clint Eastwood, Lee Van Cleef y al indio en primerísimos primeros planos leonianos procurándose las recompensas de las muertes de otros; pero esto no deja de ser simple física aerófona producida por el estrechamiento de un orificio por el que sale aire y un consecuente aumento de la presión que, genera un roce entre el aire que sale y el que hay en las inmediaciones de los labios. Los silbidos de la muerte entendidos como instrumento pudieron vaticinar muertes, o salvamentos, o incluso ritos mortuorios. Quizá lo fueron, pero lo que es obvio es que al soplarlo se desatan las mil y una plagas egipcias pudiendo oir a los ancianos con sarpullidos ser despellejados por los pies, a madres prendidas a golpe de granizo fulgurante y las ánimas de los primogénitos recién muertos.

Los silbidos de la muerte son generados por instrumentos con formas calavéricas cuyas cavidades eran capaces de manejar el aire para crear sonidos inquietantes. Su mecanismo se basa en el de los llamados aerófonos de muelle. Esto es, que por un conducto se introduce el aire (se sopla), este aire llega a la llamada cámara del caos la cual tiene una serie de irregularidades que provocan innumerables reflexiones dentro de la cavidad, ese aire caótico llega a una cámara semicircular cerrada, esto provoca que el aire choque en las paredes, vuelva hacia atrás y choque con el aire nuevo que entra generando turbulencias que producen el insólito ruido.


Este instrumento se descubrió por primera vez en el Cerro del Judío (México). Primigeniamente estaba compuesto por piel de rana, caña de azúcar y plumas entre otros materiales. En occidente ya teníamos cornetas de metal y stradivarius por lo que atendiendo a su construccion podemos deducir que fue un instrumento precolombino, concretamente maya. De hecho, dada la rareza de su forma y su manufacturación, en los museos se exponía como ornamento femenino, junto a peines y demás halajas, incluso como instrumento de caza. Y quizá en este último pudo serlo, pero de caza de humanos.

Se piensa que pudieron ser instrumentos destinados para fines militares. El silbador de la muerte es capaz de cubrir entre 300 y 500 m de distancia con su sonido además de tener un tamaño reducido el cual le permite ser portado sin dificultad alguna. Si bien pudieron ser alertas para congéneres y demás miembros de sus tribus, pues los sonidos únicamente conocidos por ellos pasaban desapercibidos como señal de sorpresa y alarma; otros piensan que estaban destinados a acojonar al enemigo por lo siniestro de sus armonías.

Hay otros investigadores que se desmarcan de estas teorías y afirman que era un medio de comunicarse con el altísimo, darle gracias por sus exitosas cosechas y anunciar un sacrificio. Endemás de acompañar al difunto en los ritos mortuorios en su paso a la otra vida. Tiene sentido pensar que su sonido terrorífico acompaña más que una zamfoña y una flauta de nariz.

Finalmente otros creen que era un modo de entrar en trance en ritos religiosos. Esto tiene que ver con una posible estimulación de la corteza cerebral. Cuando se tocan los silbatos de la muerte se producen batimentos entre las ondas de los sonidos, algo parecidos a los batimentos infrasónicos que se producían en el i-Doser, aquella nueva droga sonora de moda que, parece ser que tuvo su inicio psicotrópico en la época prehispánica. Si al final va a ser verdad lo que dicen los viejos, todas las modas vuelven.

Y si no lo habías pensado y haces cine, quizá puedas usar este silbador de la muerte para sonorizar un pozo de almas ardiendo en los albores del infierno.




Fuentes:

Periódico Ñ sección de cultura.

Por Conde Chócula (Aresti)

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